¿Cómo influye el magnesio en la sensación de fatiga?

Energía
¿Cómo influye el magnesio en la sensación de fatiga?

Hay días en los que el cuerpo simplemente no da. No importa si dormiste tus horas, si intentaste desconectar o si hiciste lo que tocaba para recargar energías. Esa sensación de cansancio persistente, que parece instalada sin motivo, puede tener más que ver con lo que pasa dentro de tu organismo que con lo que ocurre fuera. Y entre todos los micronutrientes que participan en ese equilibrio interno, el magnesio destaca por ser uno de los más silenciosos… y a la vez más importantes.

 

 

Lo que muchas mujeres no saben sobre el magnesio

 

Pocas veces se le presta atención. Suele quedar en segundo plano, lejos del foco que se llevan el hierro, el calcio o la vitamina C. Sin embargo, el magnesio cumple un rol fundamental en el organismo: interviene en más de 300 reacciones biológicas. Dicho así puede sonar abstracto, pero llevado a lo cotidiano, esto significa que participa activamente en procesos como la producción de energía, el funcionamiento muscular y la regulación del sistema nervioso.


Lo curioso es que, aunque el cuerpo necesita una cantidad relativamente pequeña al día, no siempre logramos cubrirla. Se estima que entre el 45% y el 50% de las personas no alcanzan los niveles diarios recomendados. Esta falta puede tener consecuencias importantes para la salud, ya que una deficiencia de este mineral podría aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.


Detectar una falta de magnesio, sin embargo, no es sencillo. Muchas veces los análisis de sangre no reflejan con precisión los niveles reales de este nutriente en el organismo, por lo que su deficiencia puede pasar desapercibida durante mucho tiempo.


Y ahí es cuando aparecen síntomas que no siempre sabemos identificar: fatiga persistente que no mejora con el descanso, calambres frecuentes, dificultades para concentrarse o incluso cambios en el estado de ánimo.

 

 

¿Cómo te sientes cuando te falta magnesio?

 

 

Energía baja, aunque descanses

 

La falta de este mineral esencial puede provocar una sensación de fatiga persistente, debilidad generalizada y agotamiento físico. Y no es casualidad.


La energía no aparece por arte de magia. Para que el cuerpo convierta los alimentos en combustible útil, necesita una serie de reacciones químicas bien orquestadas. Y adivina quién actúa como facilitador en muchas de ellas: sí, el magnesio.


Cuando hay déficit, ese proceso de obtención de energía se vuelve menos eficiente. El cuerpo, literalmente, tiene que esforzarse más para hacer lo mismo. El resultado es un cansancio que no siempre responde a un esfuerzo real. Es una especie de fatiga de base, como si algo estuviera fallando en el motor sin que se encienda ninguna alarma evidente.

 

 

Debilitamiento de los huesos a largo plazo

 

El magnesio es fundamental para que el cuerpo absorba y utilice correctamente el calcio, un mineral clave para mantener los huesos fuertes y saludables. Una ingesta adecuada puede ayudar a prevenir la pérdida de densidad ósea, lo que reduce el riesgo de osteoporosis, una enfermedad frecuente en personas mayores y especialmente en mujeres posmenopáusicas.

 

 

Irritabilidad, ansiedad y bajones

 

La ausencia de este mineral no solo se siente en el plano físico. La mente también acusa el golpe. La falta de magnesio puede alterar el equilibrio de neurotransmisores relacionados con el estado de ánimo, como la serotonina, y eso se traduce en mayor irritabilidad, sensación de estar apagada o, directamente, una caída en el ánimo sin motivo aparente.


Definitivamente se necesitan más estudios y de mayor envergadura, pero hay algunas pruebas de que este nutriente podría ayudar con la ansiedad leve e incluso con formas leves de depresión.

 

 

Sensibilidad al estrés

 

Hay una especie de círculo vicioso del que muchas mujeres no son conscientes. El estrés —ya sea puntual o crónico— agota las reservas de magnesio del organismo. Y cuando ese nivel baja, el cuerpo se vuelve más vulnerable a los efectos del propio estrés. Así, se refuerza un bucle del que cuesta salir: más tensión, menos magnesio; menos magnesio, más sensibilidad al estrés.


Lo interesante es que suplementar este mineral —siempre de forma adecuada— puede ayudar a romper esa dinámica. No se trata de eliminar el estrés de la vida (spoiler: eso no va a pasar), pero sí de dar al cuerpo mejores herramientas para gestionarlo sin que lo consuma.

 

 

El sueño también se vería beneficiado

 

 

Dormir bien no es lo mismo que dormir mucho. Y si hay un mineral que podría marcar la diferencia en la calidad del sueño, ese es el magnesio. Su acción calmante sobre el sistema nervioso central favorecería la relajación muscular, reduciendo la excitabilidad neuronal y promoviendo un sueño más profundo y menos fragmentado.


Muchas mujeres que no logran “desconectar” por las noches —a pesar de estar agotadas— descubren que parte del problema no era el insomnio en sí, sino un sistema nervioso sobreestimulado que podría beneficiarse de un aporte adecuado de este nutriente para calmarse. No hace falta llegar a tomar nada con receta: a veces, ajustar un déficit silencioso es suficiente para empezar a dormir mejor.


Aunque las pruebas sobre los beneficios del magnesio para la ansiedad leve son alentadoras, la evidencia sobre su efecto directo en el sueño aún no es concluyente. Algunos expertos señalan que podría ser útil especialmente cuando el insomnio está relacionado con el estrés o a la tensión, pero no necesariamente en todos los casos.

 

 

¿Dónde encontrarlo en la alimentación diaria?

 

Aunque el magnesio está presente en muchos alimentos, no siempre lo incorporamos en cantidades suficientes. Las prisas, las dietas desequilibradas o incluso ciertos medicamentos pueden interferir en su absorción.


Algunos de los alimentos que más aportan este mineral son los frutos secos (sobre todo almendras y anacardos), las semillas (como las de calabaza), los vegetales de hoja verde oscura (espinaca, acelga), las legumbres, el chocolate negro con alto contenido de cacao y los cereales integrales. Pero hay un detalle: el procesamiento de los alimentos tiende a reducir considerablemente su contenido en magnesio. Por eso, incluso personas que comen “de todo” pueden tener carencias sin saberlo.


Cuando este nutriente escasea, una manera de ayudar al cuerpo a recuperar el equilibrio puede ser a través de suplementos. Pero ojo: no todos son iguales, y no todos funcionan de la misma manera, por lo que es importante utilizarlos bajo supervisión médica.




Señales sutiles que pueden indicar un déficit

 

No hace falta esperar a estar completamente agotada para prestar atención. Hay pequeños indicios que, puestos en contexto, pueden sugerir que algo no está del todo bien con los niveles de magnesio:


  • Cansancio persistente sin causa clara

  • Dolor muscular o sensación de pesadez

  • Dificultades para dormir o para mantenerse dormida

  • Irritabilidad o sensación de estar emocionalmente “al límite”

  • Dolores de cabeza recurrentes

  • Hormigueo o espasmos musculares


Ante estos signos, conviene consultar con un profesional y, si hace falta, pedir un análisis. Aunque no siempre es sencillo detectar el déficit a través de un análisis estándar, en algunos casos puede orientar.

 

 

Más allá de lo físico, una cuestión de bienestar

 

En el fondo, sentirse con energía no es solo cuestión de dormir bien o comer mejor. Es también saber interpretar las señales del cuerpo y entender que la fatiga no siempre tiene que ver con “hacer mucho”, sino a veces con “tener poco” de lo que realmente necesitamos.


El magnesio no es un suplemento de moda. Es un componente esencial que participa silenciosamente en procesos clave para sentirse bien. Darle el lugar que merece en la alimentación y, cuando sea necesario, considerar su suplementación, puede ser ese pequeño giro que hace la vida diaria un poco más llevadera.

 

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