
Hay días en los que el cuerpo parece seguir su propio guión, y nada de lo que hacemos logra calmar del todo esa sensación de incomodidad que acompaña a la menstruación. Para algunas mujeres, ese malestar es solo un rumor sordo en el fondo del abdomen; para otras, en cambio, se convierte en un protagonista indeseado que lo condiciona todo. Lo cierto es que el dolor menstrual no es una experiencia universal, sino un abanico de matices que varía con cada ciclo, con cada historia y con cada cuerpo.
¿Cómo se manifiesta y se percibe el dolor menstrual?
Cuando se intenta describir la sensación del dolor menstrual, no hay una única forma que lo abarque todo. Para algunas mujeres, se parece a una especie de compresión interna que va ganando intensidad a lo largo del día. Para otras, son oleadas que aparecen de manera impredecible, dejando tras de sí una especie de resaca física y emocional.
Una de las formas más comunes en que se presenta el dolor durante la menstruación es a través de los cólicos. Estas contracciones rítmicas en la parte baja del abdomen pueden comenzar uno o dos días antes del sangrado o justo al iniciarse el periodo, y suelen alcanzar su punto máximo en las primeras 24 a 48 horas.
Más allá de los cólicos, también es frecuente experimentar molestias en la zona lumbar, en la parte interna de los muslos o una sensación difusa que se irradia hacia la espalda. Además del dolor propiamente dicho, suelen aparecer otros síntomas: náuseas, fatiga, vómitos, mareos, diarrea o una sensibilidad emocional más aguda. No es raro sentirse irritable, melancólica o simplemente desconectada del ritmo habitual.
Tipos de dolor menstrual
El término médico que se utiliza para referirse al dolor menstrual es "dismenorrea". Aunque suene técnico, identificar si se trata de una dismenorrea primaria o secundaria puede ofrecer algo de claridad sobre lo que está sucediendo.
La dismenorrea primaria es la más habitual y suele aparecer en los primeros años después de la menarquía. En este caso, el dolor se produce por las contracciones del útero, estimuladas por unas sustancias llamadas prostaglandinas. Este tipo de dismenorrea suele mejorar con el paso del tiempo, sobre todo después de los primeros embarazos.
La dismenorrea secundaria, en cambio, puede tener detrás alguna condición ginecológica específica, como la endometriosis, los miomas uterinos o una enfermedad inflamatoria pélvica. En estos casos, el dolor puede intensificarse progresivamente, no responder bien a los analgésicos habituales y presentarse también fuera del periodo menstrual.
Cada mujer, incluso dentro de su propio ciclo, puede experimentar el dolor de manera distinta. Hay menstruaciones que pasan casi desapercibidas, y otras que se hacen sentir desde el primer minuto. Por eso, más que buscar una definición universal, lo importante es observar cómo se manifiesta en cada cuerpo y darnos permiso para ajustar el ritmo sin culpa.
Duración habitual del dolor menstrual
El tiempo que dura el dolor menstrual no siempre coincide con la duración del sangrado. En la mayoría de los casos, los cólicos más intensos se concentran en los dos primeros días, cuando las contracciones uterinas son más frecuentes. Sin embargo, hay personas que experimentan molestias incluso antes de que comience la menstruación, como una suerte de anuncio corporal anticipado, y otras que siguen sintiendo incomodidad después de que termina el sangrado.
Este dolor puede durar desde unas pocas horas hasta varios días. Cuando se prolonga más allá de los límites habituales o se vuelve difícil de sobrellevar, puede ser una señal de que algo no está del todo bien. También es posible que la duración cambie con los años o en diferentes etapas de la vida, lo cual hace aún más importante observar las variaciones personales y no dar nada por sentado.
Cuándo consultar con un profesional
Distinguir entre lo que se considera un dolor "normal" y lo que podría estar indicando una condición médica requiere cierta atención a las señales del cuerpo. Si el dolor interfiere de manera significativa en la vida diaria, si obliga a quedarse en cama varios días o si no mejora con medicación habitual, es recomendable hacer una consulta.
Otro indicio que puede llamar la atención es que el dolor comience a sentirse más intenso con el tiempo, o que se presente en momentos del ciclo en los que antes no aparecía. También si se acompaña de sangrados muy abundantes, coágulos de gran tamaño o ciclos que cambian de forma repentina. En estos casos, una evaluación ginecológica puede aportar información valiosa y tranquilidad.
La naturalización excesiva del dolor menstrual a veces juega en contra. Muchas mujeres crecen escuchando que "es normal que duela" y tardan años en descubrir que lo que experimentan no es algo con lo que deban convivir sin más. Escuchar el cuerpo, en este sentido, puede ser un acto de cuidado y no de dramatismo.
Registrar el dolor para conocerlo mejor
Cada menstruación es una oportunidad para escuchar lo que dice el cuerpo. Tomarse un momento para registrar qué se sintió, cuánto duró, en qué momentos del día o del ciclo apareció el malestar, puede ser útil para detectar patrones. Llevar un diario o simplemente anotar en el calendario esas sensaciones ayuda a crear un mapa personal que, con el tiempo, ofrece pistas valiosas.
Este tipo de observación también facilita las conversaciones con profesionales de la salud, permitiendo describir mejor lo que ocurre y tomar decisiones más informadas. Porque, al final del día, entender cómo nos duele también es una forma de entendernos mejor a nosotras mismas.
Y aunque no exista una única manera de vivir la menstruación, conocer las formas que puede tomar el dolor es un primer paso para abordarlo desde un lugar de mayor conciencia, cuidado y autonomía.
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